Nos vemos envueltos en una cadena de asteroides brillantes que hacen que nos sintamos en el punto álgido de una montaña rusa.
Entramos en un marco de descenso, en nuestra propia caída libre con un final desconocido, y entonces miles de mariposas golpean al corazón, y sin saberlo, dejando al cerebro en punto muerto, comenzamos a vibrar, a llorar, a electrocutarnos con su sonrisa, a reír con su mirada, a brillar con su pureza.
Sentimos el desconcierto de la vergüenza, de lo específico y singular, sentimos el reflejo de sus estupideces y la indecisión de sus decisiones instantáneas, de su niñez.
En ese momento el áurea que nos rodea parpadea, se ilumina y pasa sobre una gama de colores que jamás hubiéramos imaginado.
Y es que, es algo cristalino, frágil y un tanto absurdo.
Algo mágico y especial.
Hoy-> Copenhage. Vetusta Morla.
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